Dirección y guión: Michael Haneke.
Países: Francia, Austria, Alemania e Italia.
Año: 2005.
Duración: 115 min.
Género: Thriller.
Interpretación: Daniel Auteuil (Georges), Juliette Binoche (Anne), Maurice Bénichou (Majid), Annie Girardot (Madre de Georges), Lester Makedonsky (Pierrot), Bernard Le Coq (Editor), Walid Afkir (Hijo de Majid), Daniel Duval (Pierre), Nathalie Richard (Mathilde), Denis Podalydès (Yvon), Aissa Maiga (Chantal).
Producción: Margaret Menegoz y Veit Heiduschka.Fotografía: Christian Berger.
Montaje: Michael Hudecek y Nadine Muse.
Países: Francia, Austria, Alemania e Italia.
Año: 2005.
Duración: 115 min.
Género: Thriller.
Interpretación: Daniel Auteuil (Georges), Juliette Binoche (Anne), Maurice Bénichou (Majid), Annie Girardot (Madre de Georges), Lester Makedonsky (Pierrot), Bernard Le Coq (Editor), Walid Afkir (Hijo de Majid), Daniel Duval (Pierre), Nathalie Richard (Mathilde), Denis Podalydès (Yvon), Aissa Maiga (Chantal).
Producción: Margaret Menegoz y Veit Heiduschka.Fotografía: Christian Berger.
Montaje: Michael Hudecek y Nadine Muse.
UNIVERSO HANEKE
La simplicidad de la forma frente a la complejidad del fondo, hablar de Haneke es hablar de contrastes. Si lo pensamos bien, es normal que un hombre curtido en la filosofía y la psicología no ofrezca ninguna concesión al espectador, es ese el universo en el que mejor se mueve, el cine sólo es la herramienta para llegar a su objetivo, sugerir preguntas, rascar donde duele, desvelar lo que no se quiere saber ni ver.
Con películas como El séptimo continente (1989), El video de Benny (1992), 71 Fragmentos de una ronología (1994), Funny Games (1997) o La pianista (2001) entre otras, Haneke ha dado forma a un estilo propio inconfundible que le hace ser admirado y rechazado en partes iguales.
No se deben hacer películas políticas, sino hacer películas políticamente, esta premisa pronunciada por Godard es el punto de partida del director de Cache, él solo remueve la conciencia para que las decisiones las tome el que esté frente a la pantalla. Podemos optar por mirar hacia otro lado si la escena de la autolesión de la pianista nos resulta desagradable, la elección está en nuestras manos, Haneke no nos va a guiar de principio a fin, no nos va a dar las cosas hechas, eres tú, el que tienes que decidir y es eso lo que te hace sentir incómodo. No esperes encontrar buenos y malos al estilo del cine clásico de Hollywood, Haneke se sirve de personas con un pasado que repercute en su presente, vidas llenas de defectos y virtudes, personajes incompletos que no responden a un arquetipo. Nos ofrece temas políticamente incorrectos, tabús de la sociedad actual, la alienación, la culpabilidad, el papel de los medios de comunicación, la familia, la represión, temas que están ahí pero que mayoritariamente preferimos obviarlos.
Diríamos pues que Haneke como otros grandes cineastas se preocupa por la realidad que le ha tocado vivir. Para Haneke al igual que para Godard el cine es una imagen del mundo, es una proyección del mundo en un momento dado. Pero el cine no es sólo contenido o un compromiso con una posición, en este caso realista, el cine también es forma y es aquí donde encontramos el verdadero sello Haneke.
La forma, sello Haneke.
Kracauer decía que todo el artificio del método, de la técnica, de la invención, tiene por objeto dejar lugar a la presentación de una realidad. La realidad “Haneke” se presenta a través de la simplicidad de la forma. Si esperas ver una película trepidante con múltiples puntos de vista te has equivocado de sala, la película de Guy Richie está en la segunda puerta a la derecha. Siéntate dispuesto a agobiarte, pero no por el ritmo del montaje, te desesperará ver el fluir real del tiempo porque estás acostumbrado a ver los acontecimientos en el medio televisivo. Haneke busca que el espectador entienda lo que ve tanto intelectual como emocionalmente, una realidad manipulada en el menor grado posible, y esto en el cine actual es ante todo una apuesta arriesgada. Y es que como bien dice Haneke, el cine puede ofrecer muy poco que sea novedoso; todo lo que se dice ha sido dicho cientos de veces, pero el cine tiene todavía la capacidad, pienso, de permitirnos experimentar el mundo de nuevo. Y es curioso, porque lo que pretende este director es que experimentemos la realidad obligándonos a contemplar, devolviéndonos de esta forma la responsabilidad que no queremos tener. Nos recuerda que somos dueños de nuestros propios actos. ¿A caso George no podría haber actuado de otra manera?
Otro elemento importante en la película es el vídeo. Las cintas que llegan a casa de George son un elemento narrativo más, un lenguaje audiovisual que se utiliza dentro de otro leguaje audiovisual, el cine. Este juego entre lenguajes y formatos permite a Haneke desconcertar al espectador ¿lo que estamos viendo pertenece a una grabación o al momento actual de los personajes? Obliga al público a mantenerse atento y demuestra que pese al pacto de sencillez que ha firmado puede manipular a su antojo. La sobreabundancia mediática nos hace creer que podemos saberlo todo y en este caso Haneke plantea, sabemos más, pero también estamos más confundidos.
La familia, eje de los conflictos
Al igual que en La Pianista, la obra que precede a Caché, Haneke vuelve a ofrecer una visión negativa del núcleo familiar. Si en la primera nos encontrábamos con el retrato de una relación madre-hija llena de tabúes y represión en este caso tenemos otro de los grandes problemas del ser humano, la falta de sinceridad unida a la desconfianza. El matrimonio de Georges, aparentemente sólido y feliz deja al descubierto sus carencias a medida que el protagonista se acerca al problema de fondo.
Aunque no lo parezca, confía
Con películas como El séptimo continente (1989), El video de Benny (1992), 71 Fragmentos de una ronología (1994), Funny Games (1997) o La pianista (2001) entre otras, Haneke ha dado forma a un estilo propio inconfundible que le hace ser admirado y rechazado en partes iguales.
No se deben hacer películas políticas, sino hacer películas políticamente, esta premisa pronunciada por Godard es el punto de partida del director de Cache, él solo remueve la conciencia para que las decisiones las tome el que esté frente a la pantalla. Podemos optar por mirar hacia otro lado si la escena de la autolesión de la pianista nos resulta desagradable, la elección está en nuestras manos, Haneke no nos va a guiar de principio a fin, no nos va a dar las cosas hechas, eres tú, el que tienes que decidir y es eso lo que te hace sentir incómodo. No esperes encontrar buenos y malos al estilo del cine clásico de Hollywood, Haneke se sirve de personas con un pasado que repercute en su presente, vidas llenas de defectos y virtudes, personajes incompletos que no responden a un arquetipo. Nos ofrece temas políticamente incorrectos, tabús de la sociedad actual, la alienación, la culpabilidad, el papel de los medios de comunicación, la familia, la represión, temas que están ahí pero que mayoritariamente preferimos obviarlos.
Diríamos pues que Haneke como otros grandes cineastas se preocupa por la realidad que le ha tocado vivir. Para Haneke al igual que para Godard el cine es una imagen del mundo, es una proyección del mundo en un momento dado. Pero el cine no es sólo contenido o un compromiso con una posición, en este caso realista, el cine también es forma y es aquí donde encontramos el verdadero sello Haneke.
La forma, sello Haneke.
Kracauer decía que todo el artificio del método, de la técnica, de la invención, tiene por objeto dejar lugar a la presentación de una realidad. La realidad “Haneke” se presenta a través de la simplicidad de la forma. Si esperas ver una película trepidante con múltiples puntos de vista te has equivocado de sala, la película de Guy Richie está en la segunda puerta a la derecha. Siéntate dispuesto a agobiarte, pero no por el ritmo del montaje, te desesperará ver el fluir real del tiempo porque estás acostumbrado a ver los acontecimientos en el medio televisivo. Haneke busca que el espectador entienda lo que ve tanto intelectual como emocionalmente, una realidad manipulada en el menor grado posible, y esto en el cine actual es ante todo una apuesta arriesgada. Y es que como bien dice Haneke, el cine puede ofrecer muy poco que sea novedoso; todo lo que se dice ha sido dicho cientos de veces, pero el cine tiene todavía la capacidad, pienso, de permitirnos experimentar el mundo de nuevo. Y es curioso, porque lo que pretende este director es que experimentemos la realidad obligándonos a contemplar, devolviéndonos de esta forma la responsabilidad que no queremos tener. Nos recuerda que somos dueños de nuestros propios actos. ¿A caso George no podría haber actuado de otra manera?
Otro elemento importante en la película es el vídeo. Las cintas que llegan a casa de George son un elemento narrativo más, un lenguaje audiovisual que se utiliza dentro de otro leguaje audiovisual, el cine. Este juego entre lenguajes y formatos permite a Haneke desconcertar al espectador ¿lo que estamos viendo pertenece a una grabación o al momento actual de los personajes? Obliga al público a mantenerse atento y demuestra que pese al pacto de sencillez que ha firmado puede manipular a su antojo. La sobreabundancia mediática nos hace creer que podemos saberlo todo y en este caso Haneke plantea, sabemos más, pero también estamos más confundidos.
La familia, eje de los conflictos
Al igual que en La Pianista, la obra que precede a Caché, Haneke vuelve a ofrecer una visión negativa del núcleo familiar. Si en la primera nos encontrábamos con el retrato de una relación madre-hija llena de tabúes y represión en este caso tenemos otro de los grandes problemas del ser humano, la falta de sinceridad unida a la desconfianza. El matrimonio de Georges, aparentemente sólido y feliz deja al descubierto sus carencias a medida que el protagonista se acerca al problema de fondo.
Aunque no lo parezca, confía
Haneke ofrece una visión negativa de la sociedad actual pero a pesar de ello confía en la inteligencia del ser humano puesto que siempre sitúa al espectador en encrucijadas temáticas y estéticas hablándole de tú a tú, Caché es una buena muestra de ello. Aunque si se me permite opinar La Pianista me parece aún más profunda y arriesgada en fondo y forma, ene esta cinta sí que no hay fórmulas de cortesía. Como dice Haneke todas las obras de arte importantes, especialmente aquellas preocupadas por el lado oscuro de la experiencia, a pesar de lo que esa desesperación transmita, trascienden la incomodidad del contenido en la realización de su forma. No siempre lo consigue pero en cada película Michael Haneke intenta llevar esta fórmula a la práctica. Ya se sabe, el que no arriesga no gana.
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