lunes, 22 de junio de 2009

DE LAS HISTORIAS MÍNIMAS DE UN ROMÁNTICO DESCONTEXTUALIZADO

Dirección: Carlos Sorin.Países: Argentina y España. Año: 2002. Duración: 92 min. Interpretación: Javier Lombardo (Roberto), Antonio Benedictis (Don Justo), Javiera Bravo (María), Laura Vagnoni (Estela), Mariela Díaz (Amiga de María), Julia Solomonoff (Julia), Anibal Maldonado (Don Fermín), Magín César García (Cesar García), María Rosa Cianferoni (Ana), Carlos Monteros (Losa).Guión: Pablo Solarz. Producción: Martín Bardi.Música: Nicolás Sorín. Fotografía: Hugo Colace.Montaje: Mohamed Rajid.Dirección artística: Margarita Jusid.

Si me dan un millón de dólares, no sé qué historia contar.

Sorín es un Romántico descontextualizado en la época del prefijo hiper. Como buen Romántico imprime en el cine su mundo interior, rechaza la norma, reivindica el concepto de autor e introduce la belleza de lo cotidiano en su discurso. Y es que este director argentino ya chocó de pleno con la industria, desencantado y asustado abandonó lo que para él era su forma de expresión para resurgir con la lección aprendida, lo suyo era el cine de la contención.

Tras saborear las miles del éxito con La película del rey (1986), León de Plata en el Festival de Venecia; descubrió la cara más oscura de la industria con Una eterna sonrisa de New Jersey. Le costó diez años comprender que el éxito no es señal de nada, diez años en los que se refugió en la publicidad. Tras este periodo, con las heridas cicatrizadas por el paso del tiempo, asumió que la incertidumbre y el miedo es una parte del oficio y encontró el camino cinematográfico que le permitía fallar, el cine de la contención o el cine de bajo presupuesto, lo que no significa ideas mediocres. Muy al contrario, cree Sorín que haciendo este tipo de cine puede ser autor, lo que en palabras de Bazin consistía en elegir en la creación artística el factor personal como criterio de referencia, para postular después su permanencia e incluso su progreso de una obra a la siguiente. En definitiva, Sorín reivindica la libertad creativa de la que hablaban los románticos y la pone en práctica con su Historias Mínimas (2002) para continuar con El camino de San Diego (2006) y Bombón el Perro (2004).

A diferencia de lo que puede parecer, el director argentino no se muestra resentido con la todopoderosa industria hollywoodiense, entiende que el cine espectáculo que se hace en Hollywood crea la necesidad de un cine más minimalista, en el que tiene cabida la diversidad de las múltiples miradas existentes.

De las historias mínimas.

Historias Mínimas es una road-movie ambientada en las estepas de la Patagonia que presenta los micromundos cotidianos de personajes sencillos, humanos y sensibles interpretados de forma magistral por actores no profesionales. Si Sorín hubiera ambientado esta película en cualquier otro lugar, probablemente las historias de don Justo o de María hubieran perdido encanto. Y es que la soledad de la estepa, la desnudez de sus carreteras hablan también de la soledad y de la austeridad de los personajes. Si la Patagonia se transformara en París, Londres, Barcelona o cualquier otra gran urbe tal vez los personajes no tendrían su camino tan claro, estarían en medio de la encrucijada, asustados, dubitativos, discerniendo sobre los peligros que le pueden acechar en cada uno de las rutas opcionales. Por el contrario, don Justo tiene muy claro su objetivo, y por tanto, su camino, quiere llegar a encontrar a su perro para redimir las culpas del pasado. El camino de la ingenua María le lleva a descubrir el mundo de los sueños que vende la televisión. Don Fermín viaja con un pastel bajo el brazo buscando el amor, sin duda el personaje retratado con más humor e incluso con algo de socarronería.

Historias Mínimas es una ficción con rasgos de documental (en parte, gracias a la interpretación de no actores) que transmite la veracidad de la realidad que Sorín ha querido reflejar. La realidad de aquellos que al igual que el director persiguen pequeñas ilusiones.

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